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La vocalía de Montañismo está representada por María Teresa Costa Maldonado

  • Desde niña vinculada a la montaña, a donde la llevaba su padre. De adolescente, era ella quien "liaba" a la familia y amigas para ir al monte.
  • Miembro desde 2006 del Grupo de Montaña Castro, siendo secretaria desde 2007 y presidente desde 2010 hasta 2019. 
  • Buena conocedora de Picos de Europa y Cordillera Cantábrica, ha recorrido Cantabria de punta a punta.
  • La seguridad de los participantes en las rutas ha sido siempre prioritario para ella.
  • Se puede decir que es una “adicta” a la Montaña y a la Naturaleza.

El montañismo, más que un deporte

Si buscamos la definición de montañismo solemos encontrar, invariablemente, éstas o similares definiciones: “Actividad recreativa o deportiva que consiste en hacer marchas o excursiones a pie por las montañas”, “Deporte que consiste en escalar altas montañas utilizando utensilios apropiados, como cuerdas, clavijas, mosquetones…” Esta segunda definición se la suele emplear como sinónimo de alpinismo.

Desde el punto de vista estricto sí es un deporte, pues exige un esfuerzo, una preparación física… Mas, yo nunca hablo de montañismo (con todas sus áreas: senderismo, excursionismo, expediciones, escalada…) como un deporte, sino de una actividad; de una forma de vida; de una forma de comportarse…

Por razones profesionales -fui maestro casi cuartenta años- y ya antes de acceder a la profesión llevé a cabo múltiples actividades con niños y jóvenes, principalmente las relacionadas con la naturaleza y la montaña, en diversos grupos. Más tarde, ya como profesor, participé, promoví y organicé innumerables actividades en la naturaleza y en la montaña particularmente: salidas de senderismo y acampadas principalmente. Y es aquí donde quiero incidir. Podríamos decir que la naturaleza en general, y la montaña en particular, es el medio donde se desarrolla nuestra actividad; pero no podemos considerarla, únicamente, una actividad en sí. Una actividad en la que hacemos un esfuerzo físico; conseguimos una meta -la cima de aquel pico, la travesía de este punto a aquel otro…-; respirar aire puro; pasar el día con unos amigos, con la familia… No. Es eso, sí; pero es muchísimo más: es un estilo de vida. Es sentirnos parte de la naturaleza en la que desarrollamos esta actividad. Es sentirnos una partecita ínfima de ese todo maravilloso en que nos encontramos. Es disfrutar de la música del viento, de los pájaros, del agua de las fuentes, de los manantiales, de los arroyos, de los ríos… Es emborracharnos de los infinitos matices de los colores del paisaje; y ya si estamos en otoño o en primavera, podemos llegar a extasiarnos. Si vamos con otras personas, es compartir todas estas sensaciones con ellas. Es hacernos tierra con la tierra, árbol con el árbol, roca con la roca… Pero no es sólo lo emocional. Está el aspecto cultural.

El hombre es curioso por naturaleza. Siempre tendemos a saber. Y esta actividad que tiene como fondo la naturaleza y la montaña dentro de la naturaleza, nos ofrece un sinfín de aspectos que van más allá de lo puramente emocional. Antes, en y después de hacer una marcha, una travesía, una ascensión…, están el antes, el en y el después de la actividad en sí. Antes, la preparación minuciona de lo que vamos a hacer. Dónde vamos a ir, qué nos ofrece esa zona -no sólamento lo puramente paisajístico, que también-, tanto en el desplazamiento en vehículo hasta llegar al lugar de partida, como en el trayecto propiamente dicho, y en el regreso, caso de regresar por distinta carretera a la del acercamiento. Para mí nada debe de sernos ajeno: aquella ermita que está en lo alto, aquella cueva con que nos topamos, aquel roble centenario, aquella surgencia kárstica, la identificación de la inmensa panorámica que contemplamos desde aquella cima o siguiendo aquella cresta con ambas cuencas a nuestros lados… O cuando vamos o regresamos del punto de partida; a veces al lado de la carretera, o desviándonos apenas unos minutos, podremos ver aquella iglesita románica, aquel rollo del siglo XV, el casco urbano de aquella aldea, aquella calita recóndita, aquel monolito caprichoso que forma aquella roca… Hoy, con el grupo que presido y con el que salimos una vez o dos al mes, dentro de los objetivos que en cada salida nos marcamos, los culturales –de cualquier tipo-, siempre están presentes, quizás por la deformación profesional de más de 40 años saliendo con niños y adolescentes.

Y hay otro aspecto, quizás aún más importante. Vamos, o al menos debemos ir siempre a la montaña acompañados. Quienes me conocen saben que esto lo aconsejo siempre pero que en el 60 por ciento de las veces no lo practico; voy mucho solo. Cosa que no se debe hacer. SIEMPRE tenemos que ir a la montaña acompañados. Y es en este aspecto, como decía, donde reside lo mejor de nuestras escapadas a la montaña. COMPARTIR esas sensaciones, compartir esa poca de agua que nos queda, compartir nuestra comida -cuántas veces lo del compañero nos sabe mejor-, compartir ese jersey o guantes si el compañero lo necesita más que yo. Tantas y tantas veces que salimos a la montaña lo que más nos queda es lo que compartimos. Siempre recordaré, entre tantísimos recuerdos en este sentido, a primeros de los años 80, llevando a unos 12 o 15 adolescentes por Picos, tuvimos que vivaquear en la Vega de Liordes; la minicaseta estaba ocupada por unos escaladores y dormimos, ellos por primera vez en su vida, bajo las estrellas. Lo noche era de un fuerte anticiclón de primeros de julio. Hubo chavales que apenas durmieron por la emoción que sentían bajo aquel cielo superestrellado en esa bellísima vega rodeados de montañas. Han pasado más de treinta años, y hace poco me encontré con uno de aquellos participantes y lo primero que me soltó, después de muchos años sin vernos: “Recuerdas el día que te conocí que nos llevaste a dormir a la Vega de Liordes, recuerdas que no cabían más estrellas en el cielo. Nunca me olvidaré de aquella noche mágica…”.  Aunque sólo sea por estas vivencias, merece la pena ir una y otra vez la montaña.

Quienes somos ya muy mayorcitos y llevamos yendo a la montaña más de 60 años, son tantas las vivencias, las gentes con las que has compartido marchas, acampadas, travesías...

La montaña hay que amarla, hay que disfrutarla, hay que sentirla, hay que vivirla… Pero, también hay que respetarla, conocerla, saber renunciar a ella a tenor de la meteorología. A la montaña hay que ir preparados y saber nuestro grado de preparación según lo que queramos hacer. Una marcha que, en un soleado día de mayo, con más de 15 horas de día, puede ser una delicia; mientras que esa misma marcha un día horrendo de febrero, puede convertirse en un infierno. Así mismo en la media y alta montaña, a veces, se puede pasar en escasas horas de un día espléndido a un día horroroso. Por ello, no olvidarnos de una serie de cosas básicas:

  • Nuestra forma física. Elegir itinerario a tenor de nuestra forma física. Cada cual debe elegir a tenor de su capacidad y entrenamiento.
  • Bebida: es indispensable la cantimplora o similar para llevar agua y beber cuando se necesite. Importante llevar también alguna bebida isotónica.
  • La alimentación es muy importante. Vale la pena llevar elementos energéticos como chocolate, frutos secos o barras de cereales, para ir comiendo durante el ascenso, ya que proporcionan bastante energía ocupando muy poco. No comer demasiado de una sentada y no esperar a estar muy agotado y con mucha hambre.
  • Vestimenta y calzado. Deben de ser adecuados al medio por el que vamos a transitar y a la época en que estemos, sobre todo a tenor de la meteorología. Por lo general se suele seguir la teoría de las capas, cuyos elementos son: 
    • Calzado: Lo más común son unas botas cortas con el fin de que protejan de las torceduras de tobillos, con suela antideslizante y que sean cómodas. Incluye también calcetines adecuados a la época del año, y polainas si fuera necesario.
    • Ropa: Adecuada al clima y al lugar que se visitará. Siempre es mejor pantalones largos y prendas de manga larga para protegernos de los rayos solares, plantas y picaduras leves. Y dependiendo del lugar, una chaqueta que corte el viento y sea impermeable para protegernos de las inclemencias ocasionales del tiempo, guantes, un pañuelo para el cuello.
      Se recomienda una cubierta de tres capas de ropa, las dos primeras térmicas, y la última impermeable.
    • Sombrero y gafas: Cuando sea necesario un sombrero que es siempre mejor que la gorra, para protegernos del sol o lluvia. Las gafas deben poseer la categoría correcta, de modo que filtre la luz visible y evite lesiones en la córnea.
    • Pañuelo: un pañuelo de cierto tamaño, aproximadamente del que se usa para taparse la cabeza, puede ser muy útil, como para mojar y refrescar a alguien que se ha desmayado por un golpe de calor, para recoger frutos silvestres si no llevamos bolsa, para taponar una herida, realizar una inmovilización en caso de lesión de articulación o fractura, realizar un torniquete, y un largo etc.
  • Accesorios básicos que no deberían de faltar:
    • Equipo básico indispensable para un montañero (en las áreas de escalada y específicos, habría que añadir los propios de cada especialidad):
      • Piolet y crampones: para superficies heladas.
      • Bastón o bastones de caminata: de aluminio, madera o bambú, generalmente se utilizan unos muy parecidos a los de esquí, pero con la diferencia de que se les coloca en el extremo una roseta de mayor tamaño, esto nos proporciona mayor estabilidad y agarre además de protegernos de posibles lesiones.
      • Mochila: de tamaño y con cualidades de acuerdo a la duración de la excursión y al equipo que se portará, la meteorología y la comodidad. Una mochila de montañismo debe ser de calidad para que resista el maltrato y el esfuerzo propio de la actividad, de preferencia impermeable. Debe poder sujetarse a la espalda dejando las manos libres totalmente, además es adecuado que tenga ajuste de cintura y de pecho para acomodarse totalmente al cuerpo y evitar que con el movimiento propio de la actividad se golpee o estorbe. Las correas deben ser anchas y algo rígidas. Así mismo está puede portar un depósito de agua con un tubo para hidratarnos en el camino.
      • Navaja: muy útil en diversas situaciones a lo largo de la actividad (se recomienda llevar una navaja que se cierre y se abra bien, tipo navaja suiza, que tenga buen filo y tenga un seguro resistente). La navaja debe tener al menos 100mm de largo en la parte afilada ya que con una navaja que tenga sea muy corta de filo no podrá cortar nada largo como por ejemplo pan, tocino y otras cosas que se pueden llevar en la excursión.
      • Cuerda: unos metros de cuerda siempre pueden salvarte de alguna situación, pesa poco y ocupa poco espacio. Puede servir también para hacer una parihuela con dos palos y transportar así a un herido o lesionado
      • Linterna: es importante tener una ya que nunca es seguro terminar la excursión antes del ocaso, incluyendo baterías y bombillas de repuesto.
      • Silbato: si por accidente nos rompemos una pierna y no llevamos teléfono móvil, y nos tienen que buscar, o si se echa la niebla de repente y nos hemos separado y no vemos a nuestros compañeros, un silbato nos permitirá que seamos escuchados a larga distancia y casi sin esfuerzo. Casi no ocupa ni pesa, y sólo debe ser usado en situación de emergencia.
      • Varios: crema protectora (solar y labial) y pequeño botiquín. Cámara fotográfica, teléfono móvil, mapa y brújula, en caso de disponer de él, un GPS.

Y como siempre digo a las personas con las que comparto y he compartido la montaña, si uno no tiene gran capacidad de entrega, de ilusión, de generosidad, de curiosidad, de optimismo, de abnegación, de sufrimiento…, no va a disfrutar todo lo que nos ofrece la montaña. Y es TANTO…

Objetivos.

  • Promoción y Coordinación del "Día del Montañismo" en Cantabria.
  • Promover acciones de promoción y programas deportivos en el ámbito de esta modalidad deportiva del Montañismo.
  • Asesorar a la Junta de la Federación Cántabra de Deportes de Montaña y Escalada en esta modalidad deportiva.